26/1/08

Para Jonathan Alberti

acuarela + tinta y lápiz graso


Este "boceto" es solo una prueba de la ilustración que me pidió Jonathan para su historia. Aún así, me gustó el resultado así que lo incluyo ya junto al texto. :)

Podría decir que Jonathan Alberti es mi escritor fetiche jeje. Un creativo enamorado de la música y la poesía y en muchas ocasiones una fuente de inspiración para mi. Siempre nos hemos reconocido mucho cada uno el talento del otro y en un futuro, no muy lejano, nos gustaría fusionar nuestro trabajo.. él con sus historias que nunca pasan desapercibidas, y yo con mis dibujos que por lo visto hasta el momento, le vienen como anillo al dedo a estas.

Aquí os dejo el texto, que lo disfruteis ;)

...
Hubiera empezado diciendo que era de noche, porque la noche siempre da un toque de misterio a las historias, pero decir eso hubiera sido insuficiente. Sí, era de noche, pero se trataba de una noche de color lila, sí, lila, ¡todos hemos visto noches lilas! Una noche lila es más o menos como un día que uno ve pasar desde la cama, durmiendo a trompicones, leyendo libros, viendo la tele, visitando el baño de vez en cuando… Pero de noche, de “noche lila”, en las “noches lilas”, estás mucho más despierto de lo que lo estás en cualquier hora de luz solar; de noche lila, en las noches lilas jamás cierras los ojos, te conviertes en un sonámbulo con insomnio permanente.
Y como tal, como persona embriagada por ese color lila que hasta te parece suave porque has movido los dedos en el aire para intentar tocarlo, buscas con la mirada el origen, la fuente, el principio de ese hilo de luz lila que entra por debajo de la puerta de tu dormitorio. Una vez lo localizas y comprendes de dónde viene, te levantas de la cama casi luchando con las sábanas enganchadas a tu cuerpo por culpa del sudor, te calzas, abres la puerta, giras a la izquierda y recorres el pasillo hasta llegar allí donde no hay más camino porque ahora todo es lila.
El comedor es como un dedo lila de esa mano lila que es el cielo, y me sostiene. Eso es lo que pensé cuando me detuve frente a la ventana abierta. Está bien, no fue tan perfecto mi pensamiento, pero sí, eso es lo que pensé, aunque no he podido saberlo hasta ahora, que he pensado en el pensamiento que tuve cuando estuve en el comedor aquella noche lila. Yo vestía unos pantalones cortos negros, por lo tanto lilas, y una camiseta amarilla, corta, una prenda de esas que uno usa sólo para dormir. La ventana se movía poco a poco, muy poco a poco, hacia dentro de la casa, por culpa del aire, y afuera se escuchaban coches subiendo el paseo de Sant Joan, a pesar de que eran más o menos las 4 de la mañana. Pero esto no es lo más llamativo, quiero decir, no es lo que más recuerdo, es más, quizás lo estoy inventando ahora… Lo que sí que recuerdo muy bien es cómo la Sagrada Familia se erguía por encima de los edificios, como si estuviera subida sobre un montículo, como si estuviera colgada del cielo por dos cuerdas gigantes invisibles. Si hubiera sido más pronto, el edificio hubiera estado iluminado, pero no importó, pues lo lila la hacía visible, no me preguntéis por qué.
De pié, en el comedor de un séptimo piso, mirando todo ese océano lila de las 4 de la mañana, escuchando los coches y el rugir imaginario de las dos torres de la Sagrada familia, pasé más de dos horas estático. Dicen que los sonámbulos pueden soportar el dolor físico porque están protegidos por una suerte de inconsciencia refleja o halo mágico, aunque también son mucho más sensibles si se les despierta bruscamente, pero yo no corría el peligro de ser despertado bruscamente porque ni estaba dormido ni estaba acompañado. En definitiva, yo era consciente de estar inmerso en una especie de pausa vital, un stand by, un aux.work, un privilegiado momento de ausencia, de aparte, de desarraigo, de saludo desde la orilla, de epifanía sin revelación, de anagnórisis sin rostros de por medio…, yo era, comprendí, carne pensante, “comiente” y desechante y desechable cuya aparición en un lugar determinado del mundo a partir de unas determinadas personas habían condicionado mi supervivencia hasta ese momento. ¿Pero hasta cuando sería así?
Es cierto que el terror suele escenificarse con la oscuridad y que la oscuridad es ausencia de luz, pero también es cierto que la oscuridad no es la total ausencia de luz porque tímidamente algo vemos cuando es oscuro, y quizás por eso tememos a la oscuridad, porque la vemos; y quizás por eso yo empecé a temer algo que no sabía que era susceptible de ser temido. Empezaron a saltar luces tenues, rojas, naranjas, amarillas, azules, grises y verdes provenientes de detrás del templo, empezaron los colores a devorar con rabia el lila que todo cubría y yo empecé a temer eso que no sabía que podía ser temido. Miré hacia atrás horrorizado, apartando la vista del nacimiento de ese amanecer tan hermoso y sin darme cuenta salté hacia el pasillo buscando como loco ese hilo de luz lila que me había conducido hasta el comedor, pero ya no existía, y yo cada vez temía más eso que no sabía que podía ser temido. Miré a los lados, a las paredes, al techo: no más lila. Miré mis pantalones: negros. Miré al frente: el sol, nubes, las torres del templo peinándolas, pero no más lila. Miré, miré, y todo era luz, todo era muy claro, todo transparente, todo perfectamente definido. Y yo cada vez temía más aquello que jamás pensé podía ser temido.

Jonathan Alberti

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Gracias Estefanía por este magnífico regalo!
Si bien mi pequeña narración es medio churrillo, tu dibujo me encanta, cada vez más, y ahí lo tengo, para recordar.
Cuídate y pronto nos pondremos manos a la obra.

samsa777 dijo...

Tienes un blog precioso, un bello lugar que recorrer. Me encanta.